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viernes, 23 de enero de 2009

La Abuba al volante (Enviado por Manolo)

Al padre le había caducado el carnet de conducir de tal forma que la única solución era volverse a examinar pues carecia legalmente de permiso de conducir.
Manolo le explicó la situación al jefe de Tráfico de Lleida y haciéndose cargo, se ofreció a hacerle el examen en Lérida.
Viniendo de camino para examinarse, divisaron a una pareja de la Guardia Civil, freno el padre en seco a cien metros de la pareja y se intercambiaron la posición piloto (abubo)/copiloto (abuba). La Guardia Civil se acercó y les dijo: ¿Qué hacen Uds.?. El padre después de decir que era general del estado mayor, les explico las circunstancias. El Guardia civil, ante el poder de convicción del padre les dijo. De acuerdo pero de ahora en adelante que conduzca su esposa. El padre accedió a regañadientes, la abuba se puso al volante y el coche empezó a hacer caballitos. Mientras se alejaban el abubo les decía: ¡¡¡¡¡¡¡no saben Uds lo que se juegan!!!!!!

jueves, 22 de enero de 2009

- IF:RUDYARD KIPLING

Os dejo un poema que le encanta a la Abuba en parte por lo mucho que le gustaba a Blanca:

Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan
y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.

Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera.
Si engañado, no engañas.
Si no buscas más odio, que el odio que te tengan.
Si eres bueno, y no finges ser mejor de lo que eres.

Si al hablar no exageras, lo que sabes y quieres.
Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo.
Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.
Si alcanzas el TRIUNFO ó llega tu DERROTA,
y a los dos impostores les tratas de igual forma.

Si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofisma del Orbe encanallado.
Si vuelves al comienzo de la obra perdida,
aunque esta obra sea la de toda tu vida.

Si arriesgas de un golpe y lleno de alegría,
tus ganancias de siempre a la suerte de un día,
y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie lo que eres, ni lo que eras.

Si logras que los nervios y el corazón te asistan,
aún después de su fuga, en tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo, cuando no quede nada,
porque tú lo deseas, lo quieres y mandas.

Si hablas con el pueblo, y guardas la virtud.
Si marchas junto a Reyes, con tu paso y tu luz.
Si nadie que te hiera, llega a hacerte la herida.
Si todos te reclaman, y ninguno te precisa.

Si llenas el minuto inolvidable y cierto,
de sesenta segundos, que te llevan al cielo.
TODO lo de esta Tierra será de tu dominio,
Y mucho más aún ...

¡ Serás un HOMBRE, hijo mío !

- LA ABUBA; LA MEJOR DIRECTORA DE HOTEL (Pitu)

Habitualmente no me salgo de posts relacionados con Revenue Management, e-commerce y alguna pinceladita de Web 2.0.

Hoy sin embargo me gustaría escribir una entrada con la que llevo tiempo en la cabeza y hacer mención a la figura de una persona muy especial en mi vida; Mi abuela!

Con la friolera de 90 años que acaba de alcanzar (y aún está estupenda) y desde su posición de ama de casa puedo decir que, para mi ella es una referencia que podría dar muchas lecciones a algunos directores de hotel.

Somos una familia grande, compuesta por 9 hijos, 22 nietos (generación en la que me encuentro yo) y 21 biznietos, es decir, una tropa de 52.

El “complejo” que ella gestiona es una antigua casa situada en el Delta del Ebro (San Carlos de la Rapita). La casa en cuestión tiene 7 habitaciones y un “barracón” con aproximadamente 15 camas para los niños.

El cliente, perfectamente segmentado…nosotros, su descendencia.

Todos los veranos íbamos a pasar allí las vacaciones, cada uno cuando podía.

No recuerdo un solo año en el que hubiera problemas de overbooking, la comida fuera mala o estuviera fría, se quedara una cama sin hacer o dejáramos de tener una experiencia inolvidable.

Elaboraba también paquetes turoperacionales; “por la mañana unas horas en una maravillosa playa del Mediterráneo, seguido de una gran paella típica de la zona; por la tarde los mayores una partidita de Bridge, mus o billar y tiempo libre para que los más pequeños hagan todo tipo de travesuras y para finalizar, como visita opcional una vuelta por nuestra finca de arroz para ver como evoluciona la cosecha".

Mi abuela ofrecía experiencias (término que ahora está tan de moda) y calor humano, sabía exactamente lo que buscábamos durante esos días de descanso y lo proporcionaba.

En resumen y, tal y como empezaba este post “MI ABUELA ES SIN LUGAR A DUDAS LA MEJOR DIRECTORA DE HOTEL”

El Rolex (enviada por Fernando)

Fue el 23 de Noviembre de 1985, por la noche, al salir de "Los Remos" y me acuerdo como si fuera ayer. Mi relato a los padres fue mas o menos asi:
"Me atracaron 5 o 6 personas en dos coches que situaron uno delante y otro detrás del mio de manera que no podía moverme; me robaron el Rolex (que 3 o 4 meses mas tarde la Policía Nacional recupero), el traje recien estrenado dejándome en calzoncillos y camisa, todo el dinero (aprox. 25.000 pts de entonces), con las tarjetas de crédito y DNI; además, me cerraron el coche conmigo fuera y tiraron las llaves no se donde; en animada conversación con los cacos estos accedieron amablemente a devolverme las tarjetas y el DNI, pues ya iban bien servidos...." a lo que mama contesto: "¡¡¡¡Que soles!!!!"
Hay mas anecdotas de esta historia que no hacen al caso.

El Crucifijo (Enviado por Iván)

Allá por el año 1999, encontré en casa de Marta, colgado en la pared, un crucifijo de hierro, sin valor económico alguno, enmarcado en un óvalo de madera oscura sobre fondo de terciopelo rojo. “¡Coño Marta!, que hace aquí el crucifijo de mi primera comunión”, le pregunté. “Me lo dio la Abuba –me constestó Marta-, que era de mi madre, regalo de Teresa Querol por su primera comunión”. “Qué leches de tu madre, ¡si es mi crucifijo!”, repuse.
Casualmente esperábamos a los padres, que estaban invitados también a comer en casa de Marta. La Madre prometía y juraba (esto último es un decir) que el crucifijo era de Blanca y me contó la historia de Teresa Querol con todo tipo de detalles. A mi no me cabía duda de que el crucifijo era el mío, pero no era cuestión de desautorizar a mi madre …… hasta que mirando y remirando el crucifijo descubrí una inscripción con el relieve casi borrado que ponía “Rosales”.
Esa era la prueba. “Rosales”, colegio de los Rosales, mi colegio, eso quería decir que el crucifijo era mío. La madre se quedó mirándome, con esos ojillos redondos e inocentes que se le ponen cuando de repente “cae” en algo y se limitó a decir… “pues pueda ser”.
El resto de la historia se cuenta sola en la entrañable dedicatoria que, detrás del crucifijo, Marta le hizo a mi hija Blanquita el día de su bautizo y que transcribo a continuación:
Querida Blanquita:
Espero que la historia de este regalo te resulte divertida a la vez que entrañable.
Esta Cruz se la regaló Teresa Querol en su primera comunión a tu tía Blanca, mi madre, que seguro tu Padre te habrá hablado mucho de ella.
A su vez, la Abuba me la regaló a mí, por ser de mi madre. Pero realmente esta Cruz es de cuando tu Padre hizo la primera comunión.
Sin embargo, a día de hoy 27 de noviembre de 1999, día de tu Bautismo, esta entrañable Cruz es tuya; porque yo tu prima Marta, nieta de mi abuela, hija de mi madre, sobrina de mi tío, prima tuya, la tengo y te la regalo.
Espero que la guardes cono mucho cariño y que tus hijos y nietos la conserven, en memoria de la Abuba, y sus bonitas anécdotas.
Un beso muy fuerte de tu prima Marta
27 de noviembre de 1999.
Y así fue como, gracias a la Madre, este crucifijo, que hasta entonces sólo había tenido un valor relativo para mí, cobró auténtica vida.

Los bolsitos de Marihuana (Pitu)

Un día en el mercadillo vio unos monederitos muy monos y decidio comprar varios. Uno se lo regalo a una amiga suya del bridge (que creo que me contaron que era del Opus Dei o muy religiosa). Otro a la prima Marta (Carvajal L-Ch). Cuando Marta lo abrió se dio cuenta de que era un monederito de Cáñamo de los hippies. Llevaba bordado lo que la abuba interpretó como una flor muy bonita. Según la abuba le da el regalo le dice "mira que monederito mas mono con una flor bordada te he comprado" a lo que marta le contesta, "pero Abuba! Si esto es una hoja de Marihuana!"

A la abuba le hizo tanta gracia que decidió decorar sus platos con pepinillos cortados en láminas colocados de tal forma que parecía una hoja de Marihuana! El primero de ellos el famoso puding!

La Cota 25 (enviado por Jaime)

Cuando cumplí los 9 años la abuba me llamó por teléfono para preguntarme que qué quería de regalo. “Una Cota 25” le dije, que para el que no lo sepa es una moto de cross. La abuba sin saber lo que era se fue toda contenta al Corte Ingles repitiéndoselo mentalmente a cada momento para no olvidarse “Una cota veinticinco, una cota veinticinco…”.
Cuando llegó le pregunto a un amable dependiente donde podía encontrarla. “A la sección de deportes señora” le dijo y después de recorrerse todo el corte inglés llegó a la sección de deportes donde estaba la moto. Inmediatamente me llamó para preguntarme si lo que le había pedido era una moto y le dije que si.
Esa tarde vino a casa y me trajo una caja llena de ARTICULOS DE BROMA DE VICENTE RICO!!! Con el levanta platos, la caca de broma, bombas fétidas etc. Me dijo que no había encontrado la COTA 25.

El pelo del lavabo (enviada por María García y matizada por Bolo)

Hacia mucho calor, estábamos en una esquina de la terraza de arriba jugando a las cartas, Virginia fue al baño y le cayó un vaso en el lavabo que se rompió. La abuba consternada no quería reconocer que su adorada hija era la culpable, así que lo recompuso y parecía entero. Apareció el abubo y vio la raja de la rotura; creyó que era un pelo. Al ir a retirarlo, se le cayó el “tinglao” y debió darle un manotazo al lavabo y, claro, se deshizo otra vez... La abuba empezó a clamar: "Fernannnnnnndooooo ¿Por qué has roto mi lavabo del siglo XVIII? ¿Por qué? Dime ...”
El abubo avergonzado decía : Bueno, bueno te comprare otro Blanca, creí que tenia pelos.... te comprare otro. La abuba con sonrisa ladina se sintio vengada de la atención que prestaba el abubo esos días a las gemelas catalanas del bridge. (nota: el final de la historia es distinto en la matización que hace Bolo y que transcribo a continuación a la espera de aclararlo: “Al oír los gritos de la abuba, que no sólo sabía que era el abubo el que estaba en el baño, sino que "adivinó" que el ruido era de la nueva rotura del lavabo, comentó a gritos a todo el que quisiera oirle: "lo de tu madre es patológico"¡¡¡¡)

Paella de Ipods’ (enviado por Manolo)

El dia del Santo de la madre en el momento emotivo de la entrega del iPod y el book, llamó un hermano por teléfono a la abuba y le estaba contando con pelos, señales, florituras y sus morcillas propias, las características del evento. En un momento dado dijo: Manolo va a hacer una paella de ............, nosotros no estabamos en le conversación y nos pregunta: ¿como se llama ese bicho? (refiriendose al bogavante) y Virginia le contesta: "IPOD" y la madre le dice: "Una paella de iPod".

Otra más del 4 4 (Enviado por Iván)

Lo dicho, el Renault 4-4 dio juego, sobre todo a Manolo. Cuenta que otro día, en la ruta hacia el colegio, se cargó el tinglado de un chamarilero que arreglaba cacerolas en la puerta de la casa de Julio Iglesias, en Benito Gutierrez. Las cacerolas bajaron rodando por la calle y varios gitanos salieron corriendo detrás de la Madre, que dio un acelerón al 4-4.
A partir de ese día tomó otra ruta para ir al colegio, no fuera a ser que los gitanos la reconocieran.

Otra del Renault 4-4 (Enviado por Iván)

Parece que el 4-4 dio para más historias. Otra muy breve, que recuerda Manolo. Al parecer un amigo del Colegio, un tal Piqueras (cuyo primo, años más tarde operaría al Padre de la vesícula), le preguntó si su madre tenia un Renault 4-, a lo que Manolo, sin duda ufano, le dijo que si y añadió: “de color verde, se lo han dejado los reyes”. Y Piqueras le respondió: “Pues dile a tu Madre que tenga cuidado, que el otro día a poco se carga a mi Padre”.
Realidad o ficción, quien sabe, que nuestra Madre no hay una distinción clara entre una y otra.

Jimmy y los Cherifes (Enviado por Iván)

Recuerda Manolo otro clásico, sucedido allá por los años cincuenta, tantas veces contado en las sobremesas familiares y del cual viene una famosa expresión “cuidado Jimmy que vienen los cherifes”, que tantas veces se utiliza en esta familia. Aunque yo no estuve allí, tengo formada, desde pequeño, una imagen de esta historia, una especie de película que activa cada vez que alguien alude a esa expresión.
Cuenta Manolo que un soleado día de primavera iba la Madre al volante del Renault 4-4, cruzando el Paseo de la Castellana desde la calle Maria de Molina para subir por General Sanjurjo (ahora José Abascal), que en aquellos años era de doble dirección. Todavía quedaban unos metros para llegar al semáforo cuando este “se puso” en ambar y a punto ya de cambiar a rojo. Y en eso, Manolo, que entonces rondaría los doce años, de dijo a la Madre: “acelera Jimmy que vienen los cherifes”. La madre dudó un instante, según recuerda Manolo, pero pisó a fondo y se pasó toda la plaza de Gregorio marañón en rojo, con coches esquivándola por todas partes.
Al final de la plaza la paró un guardia y le dijo: “señora se acaba de jugar la vida”. Relata Manolo que la Madre puso la cara de pobre habitual y le dijo al guardia que tenía 6 hijos y que tenía que ir corriendo a todas partes. Al guardia le dio pena y le dijo que tuviera cuidado por que si no sus hijos se iban a quedar huérfanos.
Un clásico.

Mañana entretenida de veranito en San Carlos (Enviado por Iván)

Aquí dejo otra historia de los veraneos en San Carlos, un clásico de Nachete, que dejo prácticamente tal cual él la cuenta. Dice que sucedió en el verano del 82 pero por lo que se cuenta, serían quizás algunos años después, pero da igual, que lo importante es la escena, y doy fe de que es totalmente real, porque yo también he pasado la fase de los “favores”. Quizá faltan en este texto escrito las risotadas de Nachete al contar la historia, que cada uno las coloque en los lugares que correspondan. Ahí va el relato, para el recuerdo:
“Tengo referencias del año en que esta historia sucedió gracias a Naranjito, Mundial del 1982 y los meses de veraneo de San Carlos. Yo era bastante pequeño... tenía por aquel entonces 5 años y empezaba a ser algo inquieto por lo cual si no se me tenía entretenido todo el día haciendo cosas, andaba con las botas de futbol por casa y malo.
Por aquel entonces la Abuba ya contaba con varias personas de servicio, como siempre, pero aún así con la casa hasta los topes de tíos, primos y amigos que venían a pasar todos los veranos al chalet de San Carlos. La Abuba, con gran habilidad y esmero, consiguió tenerme todo el día ocupado sin darme cuenta que la gente se había ido a la playa, perdiendo yo la noción del tiempo, de las distancias, etc., a cambio de una propina si le iba a buscar unas bolsas que había dejado en el Supermercado de “Montserrat” a 50 metros del chalet.
Las bolsas del Supermercado de “Montserrat” derivaron, nada más llegar a casa, con ir a la pollería de Mangrané (buen paseo; delante de la tienda de ultramarinos la Amorosa) a pedir “por favor”unas patatas de bolsa que eran una maravilla según la Abuba, todo ello a cambio de una propina. Por su puesto al volver a casa con las patatas fritas la Abubilla ya tenía preparada otra propinilla y otro “favor”.... que era irme a la panadería y comprar pan. Al ver que a los 20 minutos ya volvía a estar en casa con las barras de pan, preguntando en que podía ayudarla (a cambio de más propinas sin duda alguna) me pidió que por favor fuese a la lonja del pescado mientras ella preparaba unos filetes empanados y mirase si ya habían llegado las barcas para comprar unos lenguaditos al Abubo (a esa edad fue casi como un “paseito” desde España a California; además, pienso hora, que las barcas siempre llegan por la tarde). Total que menos mal que llegue a las 2:30pm sano y salvo justo cuando venían todos de la playa y momento en el que me di cuenta que me había quedado sin playa. “Lo has hecho estupendamente!! Toma la propina y ahora a comer!!!
Ja ja ja ja que arte, que arte tiene mi Abuela para todo, que buena es y ha sido siempre. Yo cuando sea Abuelo pienso utilizar la misma formula para entretener a mis nietos.

Por aquellos tiempos en el Jardín (Enviado por Iván)

Más que una anécdota, se trata de una imagen entrañable de los largos veranos en San Carlos, allá por la mitad de la década de los años setenta, en plena ebullición de la familia, con una incipiente tercera generación que vino dando guerra. La envió Jaime y la transcribo tal cual:
“Por aquel entonces el canguro aún conservaba las orejas y el safaret guardaba los fantasmas de Iván. La abuba me perseguía a pedradas por el jardín, emulando a Nachete (por aquel entonces “patato”) que por diferentes motivos nos acosaba con las cacas duras de Yacco. Se me había hecho bola sus clases de inglés y las patatas a la importancia, no por el sabor de las segundas, si no por el contenido didáctico y pronunciación de las primeras. Algo tenían que ver los kilos y kilos de macarrones Light de “santiveri” que me hacía engullir previa a la ingesta de las patatas para provocarme un esperado y poco efectivo efecto saciante. Si, aquellos métodos educativos no eran como los de Carmela ni las razones por las que me perseguía a pedradas por el jardín tampoco, pero era mi abuela. Una abuela que al grito de "que Jaime me ha pegaaaaoooooo" de julieta rascaba la grava del jardín llamándome asqueroso e hipócrita y abogando en pleitos pobres con los hermaprimos pequeños. Era una “super abuela”.
Aquel rubio cardado se mantenía intacto mientras nadaba a braza en la zona de niños de playa del Suizo. Hacía pie pero nunca lo decía. Solo lo notábamos cuando con un pequeño saltito sorteaba las olas para no mojarse los pelillos de la nuca”
Como digo, me parece un bonito recuerdo y particularmente entrañable, quede aquí pintado para la posteridad.

El pasaporte (Enviado por Iván)

Me la envió tal cual mi hermano Bolo, y así la transcribo, en purito diálogo:
Fue en 1977, bastante antes de la detención en la feria de Sevilla (esta fue en el 91). Me llaman de la comisaría:
-¿Es usted Jaime L-Ch?,
-Si, contesto.
-Por favor, pasese si puede por la comisaría tal cuando salga de su trabajo.
-.....?
-Es por un asunto de su interés.
Total, que me paso por allí. El comisario, amable pero firme, empieza con el interrogatorio. Al final, me enseña "mi" pasaporte, con una foto que parecía Mario Onaindía (os acordais?) mucho más gordo y con mucha más barba.
Le digo al comisario, poniéndome la foto junto a mi cara:
-¿Ud cree que soy yo?
-No,....ya...., pero es que hasta su madre le ha reconocido.
Total que la historia fue más o menos que el poli fue a casa e interrogó a la abuba.
-Es Jaime L Ch hijo suyo?
-Huy, si, tengo muchos
-Y ¿viaja mucho?
-Si, si, todos ellos viajan mucho
-¿Estuvo en Paris en tal fecha?
-Seguro, seguro que si por que viaja a todas partes.
-¿Es este de la foto?
La abuba, en el hall de casa, penumbra, y sin haberse puesto las gafas por coquetería, contesta:
-Si, si. Es él, sin duda.
"El" era un peligroso delincuente que durante años utilizó mi pasaporte falsíficado y por el que me volvieron a tomar en la detención de Sevilla, 14 años después.....
!!Jefe, jefe, lo tenemos en el bote. Su madre ha confesado todo¡¡¡, me imagino que diría el poli a su jefe, lleno de orgullo por el éxito de su pesquisa.
Esta es una de las anécdotas que más juego ha dado en la antología de las “mamadas”, puro género policiaco, con lleno de intriga, pero con un punto de ternura.

El brezo (Enviado por Iván)

Otra rápida que nos trae Fernando Garro Jr. y que me parece muy tierna, sucedió a finales de los años ochenta, al poco de estrenar Virginia y Fernando la casa en la que viven. En la entrada de la casa había y hay un pequeño jardín, con flores y plantas, y todas esas cosas que suele tener un jardín.
La Madre, que incluso de haber nacido ciega todo lo de sus hijos le habría parecido precioso y maravilloso, miró a su alrededor y, para orgullo de Virginia, no dudó en alabar los progresos del jardín, y acto seguido comentó, “Virginia, qué maravilla, como te ha crecido el brezo”.
Como os habréis imaginado bien, el brezo era seco, de puro ornamento. Cosas de la Madre ¿o no?

La visita del Rey (Enviado por Iván)

Por aquellos años Fernando Garro Sr. estilaba gomina y se paseaba por los más prestigiosos cotos de nuestra geografía, era principios de los noventa, otros tiempos, también otras formas.
Pese a todo, fiel a sus comienzos cinegéticos, Fernando planeó una visita a San Carlos para tirar patos.
Como digo, eran otros tiempos, y según cuenta Fernando Garro Jr., un asistente de su padre, de nombre Agustín, iría por delante en el Range Rover para preparar la tirada.
Virginia avisó de todo esto a la Madre, y le dijo más o menos esto que sigue: “Mamá, Agustín irá por delante con el "Range" (que se pronuncia Reing) a ver si puedes buscarle una habitación en Hostal Llansola”.
La Madre, consciente del creciente prestigio de su yerno, le contestó, “Hombre que si va a venir también el Rey habrá que buscar algo más decente que Llansola”.

Lo cuento tal y como me lo contaron. Por estas.

Nachete y su caballo (Enviado por Iván)

Un flash que viene de Fernando Garro Jr. Recuerda una soleada mañana de Semana Santa en San Carlos, en la puerta de “Casa Chicheri”, y la Abuba que le comenta: "Mira Fernandito, por ahí viene Nachete con su caballo". Garro Jr. que se gira y mira al sujeto, un gitano montado en su burro.
No es la primera ni será la última en el capítulo de “equívocos fisonomistas” de la Madre, y si no que se lo pregunten al Bolo y la célebre anécdota de su pasaporte, también narrada en estas páginas.

Do you speak Ensligh? (Enviado por Iván)

La cuenta Nachete, tal y como aquí la transcribo, es muy buena:
“Para los que no saben la historia al tener un teléfono que pertenecía a una empresa americana y estar trabajando en Estados Unidos mi mensaje del contestador estaba en español e ingles.
Revisando las últimas llamadas y mensajes oigo.....hola Nachete, te llamábamos para ver si te querías venir a cenar esta noche con nosotros (la Abuba monísima). A continuación... se oye al Abubo de fondo que le pregunta: “¿Qué te ha contestado?”, y la Abuba que le contesta (sin haber colgado el teléfono todavía, muy en su línea): “Qué no viene”. Y le contesta el Abubo: “¿Pero has hablado con él?”, ya la Abuba que le dice: “Sí Fernando, me lo ha dicho en inglés”.
Esta historia me recuerda a la de “A com ba la uva?” y el frutero que le contesta “Balam bam bu”.

Los loros millonarios (Enviado por Iván)

Recuerda Nachete una tertulia de sobremesa, hablando con la Abuba de unas cosas y otras, saltando de de los hijos a los nietos o a los biznietos, quien sabe, de sucedidos y anécdotas familiares, construyendo en parte fantasías y alimentando, como no, este anecdotario del que soy cronista.
Salió el tema de los animales que Marta había adquirido para las niñas, y que con el paso del tiempo, han ido creciendo en número, me refiero a los animales (perro, loros, hamsters, conejos, un burro, etc.), y también a los niños, con el nacimiento de [ ].
De repente, al hilo de la conversación, dijo la Madre: “Ahí los que mejor viven son los loros, que son millonarios”.
A Nachete le picó la curiosidad, y apenas transcurridos unos segundos le preguntó a la Abuba por qué eran los loros millonarios, a lo que la Madre, sin poder contener la risa, cerrando los ojos y tapándose la cara con su mano derecha, en un gesto tan característico en ella, empezó a decir, “!Milenarios!, ¡Milenarios!”

¡Que vienen los bomberos (Enviado por Iván)

La trae Marta a la memoria que casualmente estaba aquel día en casa. Sucedió una mañana de primavera hará veinte o veinticinco años. La madre, fiel a sus costumbres, se había levantado avanzada ya la mañana y trasteaba en bata y zapatillas por la casa. Llamaron al timbre. Era el portero. Avisaba de que parte de la cornisa del balcón que daba a la calle se había desprendido y había caído algún cascote. Los bomberos habían recibido el aviso y llegarían a casa en cinco minutos.
Marta vio a la Madre, que corría por el pasillo a toda velocidad en dirección a su dormitorio. “¿Qué pasa abuba?”, preguntó Marta, a lo que la Madre contestó, “Que me voy a peinar que viene los bomberos”.
Como dijo el caballero andante, “Cosas veredes, Sancho, que harán temblar las paredes”

El Pichón (Enviado por Iván)

Cuenta Chiky uno de los clásicos del anecdotario de la Madre, una historia un poco siniestra, como él dice. Eran otros tiempos, claro, tantos hijos, otras preocupaciones, finales de los años cincuenta, lo digo para centrar el relato en su época y los vientos que por entonces arreciaban.
Bolo y Chiky habían rescatado un pichón herido que, según cuenta Chiky, “había sobrevivido a los sádicos tiradores del Club de Campo”. Con desvelo propio de adolescentes, lo curaron y engordaron hasta que el pichoncito sanó y se puso rollizo. Lo que sigue son palabras de Chiky que, supongo, se ciñe fielmente a los hechos:
“El pichoncito viva en nuestra habitación de la calle Ferraz, la de las literas, encima de un armario que obviamente estaba lleno de cacas. Vivíamos los tres (Chiky, Bolo y el pichón) en total armonia hasta que ocurrio.... Un dia vino el primo o primos, hijos de la Tía conchita, creo que fue Manuel Maria o “Gato”, y mama les invito a comer. Como siempre y pese a sus escasos recursos, mamá nos preparo una opípara comida, después del segundo plato que nos gusto mucho le comentamos a una de las muchachas de servicio que el pollo estaba muy rico... “No es pollo” nos contesto, “es el pichón que nos dijo tu madre que os lo preparáramos en honor de los primos. No me acuerdo como reacciono el Bolo, pero yo recuerdo que me fui a cuarto de baño horrorizado y vomite el pichón”.
Cuando escucho esta anécdota, una y mil veces contada, recuerdo la canción del Niño y el Canario, cantada por Jorge Cafrune y Marito que, ya que estamos, copio aquí su letra, quizá porque también forma parte del acervo de nuestra familia

Era el canario un primor,
y era su dueño un pequeño,
que velaba con empeño,
los cuidados del cantor

Era un hermoso ejemplar,
de color adamascado,
era un preso resignado,
a la misión de cantar

Era sensible escuchar,
de su garganta sonora,
la nota grave que llora,
en un constante rolar

Daba a entender su trinar,
de que una angustia sufría,
porque falto de alegría,
era su flauta un penar.

Un cierto día su dueño,
el candoroso pequeño,
que se solía extasiar,
al contemplar los fulgores,
de tan divinos colores,
y tan hermoso cantar,
llevó hasta el cielo su queja,
porque prendido a la reja,
de la pequeña prisión,
en lenta y triste agonía,
su fiel canario moría,
sin comprender la razón.

Preso de un hondo quebranto,
subió a sus ojos el llanto,
y con infante emoción,
quitó de la jaula al preso,
posó de su boca un beso
sobre el rosado plumón,
y en su mano temblorosa,
quedó dormida una rosa,
que tenla un corazón.

La cajita de madera,
la misma que contuviera,
la misma que contuviera,
lapicitos de color,
fue la morada postrera,
de aquel que en su vida fuera,
de aquel que en su vida fuera,
su más preciado valor.

Y en el jardín de su casa,
y en el jardín de su casa,
a distancia muy escasa,
de un legendario nogal,
lloró la pobre criatura,
lloró la pobre criatura,
al cavar la sepultura,
de su cantor sin igual.

¡Qué “Soles”! (Enviado por Iván)

A mi hermano Fernando no se le olvida una fecha, la del 23 de Noviembre de 1985, y una cena, en el restaurante “Los Remos”, un clásico que está en la carretera de la Coruña a la salida de Madrid. Han pasado veintidós años, pero como dice Fernando, “me acuerdo como si fuera ayer”.
Recuerdo …. o revisión, quien sabe, que el olvido también forma parte de la memoria. Lo que fuere que sucedió no importa, el relato que Fernando hizo a la Madre fue el siguiente, tal y como él lo narra, y la reacción de la Madre, la que aquí se cuenta:
“Me atracaron 5 o 6 personas en dos coches, que situaron uno delante y otro detrás del mío, de manera que no podía moverme; me robaron el Rolex, que 3 o 4 meses mas tarde la Policía Nacional recupero, el traje recién estrenado, dejándome en calzoncillos y camisa, todo el dinero, aproximadamente veinticinco mil pesetas de entonces, con las tarjetas de crédito y DNI; además, me cerraron el coche conmigo fuera y tiraron las llaves no se donde. En animada conversación con los cacos estos accedieron amablemente a devolverme las tarjetas y el DNI, pues ya iban bien servidos...." a lo que la Madre contesto: "¡¡¡¡Que soles!!!!".
Hay otras anécdotas de esta historia, pero como dice su protagonista, no hacen al caso y yo digo, “Qué soles, como Loles”.

La Vacuna Reactiva (Enviado por Iván)

Mi hija Gabriela tendría un año, o tal vez cuatro, que ya la memoria me falla, pero lo que si recuerdo es que le tocaba una de las vacunas del calendario de vacunación infantil; de ahí la duda. Ciertas personas, próximas a los padres, nos habían invitado con bastante antelación a un cocktail que habían organizado no sé con qué motivo.
Días después nos entró la pereza o nos salió algún otro plan, que ya no recuerdo, pero como ya nos habíamos comprometido decidimos que lo mejor sería esperar hasta el último momento y disculparnos diciendo que no podríamos ir al cocktail porque a nuestra hija Gabriela le había dado reacción la vacuna del día anterior. Lo de la vacuna era cierto, teníamos hora con la pediatra el viernes víspera de la fiesta, pero era altamente improbable que se produjera cualquier tipo de reacción que, de producirse, no pasaría de unas décimas de fiebre.
Varios días antes de la fiesta se lo expliqué así a la Madre: “Madre, al final no vamos a ir, pero no te preocupes, ya le llamaré yo a X el día de la fiesta por la mañana y le contaré la excusa de la vacuna”. En mi descargo debo decir que al cocktail estaba invitada mucha gente y, por tanto, era bastante indiferente que nosotros fuéramos o no.
La madre lo entendió rápidamente, bueno, entendió la historia, pero no en toda su dimensión, porque olvidó un pequeño, pero trascendente, detalle para el desenlace de este sucedido y que paso a contar. Efectivamente, la misma tarde en que yo le conté a la Madre que no iríamos a la fiesta (ya digo, varios días antes del convite), la Madre llamó rauda y veloz a la anfitriona para decirle que Natalia y yo no podríamos ir porque a Gabriela le iba a dar una fuerte reacción la vacuna, con fiebre alta incluida. Cuando me lo contó, no sabía donde meterme.
Ya sabéis, la Madre tiene poderes mágicos para anticipar posibles reacciones adversas a las vacunas con varios días de antelación.

El Libro Circular (Enviado por Iván)

Debió ser en los primeros años del nuevo siglo, aunque es fácil calcular con exactitud la fecha, pues coincidió con la hospitalización del Padre en el hospital Gómez Ulla por un problema en la vesícula biliar. A finales de diciembre, en plenas Navidades, el Padre se empezó a encontrar mal y le llevamos a “urgencias”. Esa misma noche quedó internado y, por diversas complicaciones quirúrgicas, no le dieron el alta hasta finales de febrero o entrado marzo, que ya no recuerdo.
Cuento esto porque mi hermano Fernando, siguiendo su buena costumbre, me dejó en Ferraz el día de Navidad un libro como regalo de pascua, con el título “Estevill y el Clan de los Mentirosos”. Ese día tan señalado yo acostumbro a comer con mi familia política y suelo recoger el regalo de Fernando en la primera ocasión que tengo de acercarme por Ferraz. Ese año, por la circunstancia antes contada, no fui por casa de los Padres hasta el mes de marzo y el libro durmió el sueño de los justos encima del piano de la Sala, tanto que a mi se me olvidó que allí me esperaba un regalo.
El tiempo pasó y año y meses después, con motivo de la tradicional fiesta que en casa se celebra por San Fernando, la Madre me enseño los regalos que tenía para los “Fernandos” y como sabe que a mi me gustan los libros, me pidió opinión sobre el regalo que tenía preparado para mi hermano Fernando, que casualmente era el libro “Estevill y el Clan de los Mentirosos”, escrito por Félix Martínez.
Aunque ese tipo de libros no está entre mis lecturas favoritas (Fernando, ahora lo sabes, pero te doy las gracias igual), le dije que me parecía un buen regalo para Fernando, es más, en ese momento recordé que precisamente él me había regalado ese libro por Navidad, aunque había olvidado recogerlo. Al decir esto, inmediatamente se me agolparon dos ideas: la primera, que, por esa razón, era probable que Fernando hubiera leído ya ese libro. La segunda que, todavía con mayor probabilidad, ese ejemplar debía ser el que Fernando me había regalado a mi. Efectivamente, miré las primeras páginas y allí figuraba la dedicatoria que Fernando me hacía y que decía: “Querido hermano Iván …….”. (nota de Iván: el libro sigue en Ferraz, cuando vaya lo recogeré y transcribiré aquí la dedicatoria).
Se lo expliqué a la Madre que, con esas, puso cara de no haber roto un plato en su vida, se echó la mano a la cara y se le empezaron a saltar las lágrimas en un vano intento de ahogar la risa.

Los Lunes Vigilia (Enviado por Iván)

Recuerdo que yo había empezado a trabajar, pero todavía vivía en Ferraz con los padres y, por eso, iba normalmente a comer a casa. Estoy hablando de finales de los 80’. Como casi todos los lunes, mientras el Padre y yo dábamos buena cuenta de la comida, la madre lo hacía muy frugalmente, apenas algo dulce, una pieza de fruta o un eclaire de café que traía de la pastelería Gosho o algo por el estilo.
A mi me resultaba extraño, pero siempre era lo mismo, la Madre se justificaba: “es que los lunes, al salir de misa, me tomo un tentempié, un cafelito con un sándwich o un croissant y luego es que se me va el hambre”. Me seguía pareciendo insólito, pero no le di más vueltas.
Así un lunes tras otro, al menos durante un par de meses. Hasta que un buen lunes, tomó arroz con huevos de primero y filete con patatas de segundo. Yo le miré, asombrado: “Coño Madre ¡Qué hoy es lunes!”. Ese día no me dio muchas explicaciones, pero al lunes siguiente pasó lo mismo, judías verdes y hamburguesa. “¿Qué, Madre, hoy tampoco ha habido tentempié?”.
Una Madre no puede mantener en el engaño a un hijo durante mucho tiempo, así que sintió la necesidad de contarme la verdad. Se sinceró y me dijo que desde hacía un tiempo, había observado que los lunes, en la misa de “una”, cuando el cura daba la última bendición, un grupo de señoras se adentraba por la puerta de la sacristía y que, movida por la curiosidad, un día decidió seguirlas y se encontró en una habitación con un suculento aperitivo, en el que no faltaba el jamón. Entre saludo y sonrisa, la Madre iba picoteando de aquí para allá. Vamos, que se ponía morada.
Todo siguió igual hasta que uno de los lunes una señora del convite se le acercó y le preguntó que si ella era colaboradora. No recuerdo que es lo que la Madre me dijo que respondió, si es que respondió algo. El caso es que el lunes siguiente fue cuando comió en casa como el resto de los días, arroz con huevos de primero y filete con patatas de segundo. No mucha cantidad, porque la Madre acostumbra a comer de todo, pero poco.

El Sr. Embajador (Enviado por Iván)

Fue el famoso año 92, el de la Expo y las olimpiadas de Barcelona, cuando mis padres conocieron a los padres de Natalia. Ya teníamos puesta la fecha de boda, el 8 de mayo y los padres, tan hospitalarios como siempre, invitaron a Rafa y Maru a comer a casa. A la comida vinieron también las hermanas de Natalia y, por mi parte, conté con la inestimable participación de mi hermana Virginia.
Al parecer, alguien que no era yo, le había comentado al Padre, meses antes, que su futuro consuegro no era persona de excesiva altura. Creo que fue un compañero diplomático de dudosa reputación, pero eso queda para otra historia. Desconozco cual fue el alcance de esa conversación, pero quedó en la memoria de la Madre, por lo que, seguidamente, cuento.
Pero antes, una pequeña anécdota, dentro de la principal de este relato. En el acto de las presentaciones, mi Madre le preguntó a mi actual cuñada Cecilia que dónde trabajaba y ésta le contestó que en un despacho de abogados americano que se llamaba Baker&McKenzie, a lo que la madre, sin inmutarse, le pregunto: “Ah ¿eres Secretaria de algún abogado? Pese al resbalón, mis cuñadas adoran a la Madre.
Bueno, a lo que iba, las presentaciones transcurrieron por buen camino, prolegómenos de lo que sería una agradable comida y una mejor relación posterior entre consuegros. Pero “hete ahí” que llegado el momento de sentarnos a la mesa, la Madre empezó a sugerir los sitios que cada comensal debía ocupar, según el protocolo al uso. Cuando llegó le turno de mi suegro, le dijo: “Rafa, tu a mi derecha, que te he puesto dos almohadones en la silla, igual que yo”.
Fueron sólo dos o tres segundos de incertidumbre, pues enseguida afloraron las risas. Por cierto, no eran almohadones, eran unos cuadrantes, de un considerable grosor, que la Madre tenía en el “hall” y con los que mi suegro parecía un niño en una trona con los pies colgando.

El Colirio Relajante (Enviado por Iván)

Corrían los años 80’, me acuerdo bien porque al día siguiente tenía examen de “Financiero” con Antonio Cayón, uno de los huesos de 4º de Derecho. No se si era la primavera o las horas de estudio, pero el caso es que tenía los ojos cansados y enrojecidos. Decidí darme un respiro y echarme una siesta para continuar luego con el estudio.
La Madre, como siempre, estaba al tanto de lo que pasaba y me ofreció un colirio relajante. “No me vendría mal” –le dije. Con las mismas se fue al “armarito de las medicinas” y me vino con un pequeño dosificador de plástico que en ese momento yo consideré inofensivo. Me echó unas gotas y, enseguida, pude conciliar el sueño.
Al despertarme, sentí una sensación extraña, no conseguía enfocar los objetos, abría y cerraba los ojos, me los restregaba con los puños, pero nada. Pensé que era debido a que el cuarto estaba en penumbra y me acerqué a la ventana a retirar las cortinas, pero la sensación permanecía. Y mientras el pánico se apoderaba de mí, reviví perfectamente la misma sensación que había tenido unas semanas antes cuando, para graduarme la vista, fui al oculista con las pupilas dilatadas. Y me di cuenta, sí, me di inmediata cuenta de que la Madre había guardado el frasquito de colirio dilatador de pupilas en el “armarito de las medicinas”, donde todavía podemos encontrar un frasco con linimento Sloan o ampollas de cuando el padre tuvo gota allá por el año sesenta y siete.
No recuerdo lo que pasó después, supongo que no pude estudiar hasta bien entrada la noche, si es que pude, pero aprobar, aprobé.

El Trajecito de Jacobo (Enviado por Iván)

La anécdota que relato sucedió allá por los albores de los años 80’. La fecha es fácil de recordar, porque unas semanas antes había nacido Jacobo, el segundo hijo de mi hermano Nacho. Por aquellos días yo tenía un buen amigo, compañero de aventuras en el Hipódromo de Madrid. Mi amigo se llamaba –y se llama- Carlos Moyano. A Carlos, que medía uno noventa y dos, le tocó hacer la mili en Melilla, en la Policía Militar, los del casco Blanco que llamaban “calimeros”.
En aquellos tiempos las revistas especializadas de caballos, que los aficionados llamábamos los “programas”, eran la única fuente de información sobre el mundillo del turf y se vendían sólo en algunos kioscos de Madrid, (resultados, comentarios, entrevistas a jockeys, etc…).
Antes de irse para Melilla, como si de una separación de novios se tratara, Carlos me pidió que todos los meses le enviara un paquete al cuartel, con todos los “programas” del mes anterior. Así lo hice y al cabo de cuatro semanas preparé un juego con unas ocho o diez revistas “Corta Cabeza” y “Pura Sangre”, que eran las dos únicas que se publicaban. Junto con la revista preparé una carta para Carlos, que empezaba como todas: “Querido Carlos, …..”.
Todo ufano, le pregunté a la Madre si tenía una caja de cartón y papel para envolver, pues tenía que enviar un paquete por correo a un amigo en Melilla. La Madre me dijo que ella se ocupaba de todo, porque daba la casualidad de que tenía que enviar a San Carlos un trajecito de punto azul que, con ayuda de Antonia, había confeccionado con cuidado para Jacobito, el nuevo nieto que con el tiempo pasó a llamarse “Caco”. “Perfecto Madre”, le dije, “ahí tienes las revistas y la carta, gracias por el encargo”.
Al cabo de unos días sonó el teléfono en el cuarto de la tele de Ferraz. “¿Quién es?”, contesté. Era mi hermano Nacho, que llamaba desde San Carlos para preguntarme quien era Carlos Moyano. “¿Le conoces?, dije yo inocentemente. “No - me dijo- pero es que he recibido un paquete con una carta y unas revistas”. En ese mismo momento yo me estaba ya imaginando a Carlos Moyano en el cuartel de Melilla, con un grupo de policías militares arracimados a su alrededor, abriendo el paquete y mirando con cara de asombro el trajecito azul de recién nacido que, en ese preciso instante, tendría en sus manos.

El Relato (Enviado por Iván)

Con motivo de mi cuarenta cumpleaños, allá por el año 2003, hice una petición a mis amigos para que cada uno de ellos me escribiera un relato como regalo por tan señalada fecha. La noticia, no se como, llegó a oídos de la Madre que, como siempre, llena de ilusión, me preguntó si podía participar escribiendo uno ella. “¡Cómo no!”, le dije, “sería fantástico”.
Escribir un relato no es tarea fácil, requiere, como todo, una cierta técnica y esfuerzo, pero cualquiera que fuese el resultado, para mi su relato sería el mejor de todos.
Pasaron las semanas –la petición la hice con bastante antelación- y de vez en cuando ella me consultaba sobre tal o cual aspecto del relato que, según me decía, ya tenía en la cabeza. Yo veía que la pobre se había metido en un “jardín” complicado y que le estaba costando lo suyo llevar el propósito a buen puerto. Llegó por fin la fecha señalada y la Madre no me hizo referencia alguna al relato, así que yo dejé pasar el tiempo y la cosa quedó olvidada, como yo suponía.
Meses más tarde, encontré debajo de la mesa del salón de la casa de Ferraz un libro de bolsillo de Raymond Carver, un escritor norteamericano fallecido a una edad muy joven, un auténtico maestro del relato corto. Me sorprendió ver en casa ese libro –Carver es uno de mis favoritos- y exclamé: “Coño, un libro de Carver; Madre, ¿de dónde ha salido este libro?”. Después de algunas explicaciones poco coherentes, finalmente me confesó que le había resultado muy difícil lo del relato y que se había acercado a la librería de Quintana para buscar algún libro de cuentos. Le habían recomendado el de Carver. Junto al libro aparecieron unas hojas manuscritas, copia de los primeros párrafos de uno de los mejores cuentos de Carver, creo que era “Catedral”.
La verdad es que me hubiera resultado extraño leer a Carver en la letra picuda del Sagrado Corazón de la Madre. Al final no tuve el relato de la Madre, pero esta anécdota la recuerdo ahora como la mejor de las historias.